sábado, septiembre 19, 2009

19 de septiembre de 1985.

En 1985 yo tenía ocho años y cursaba el tercero o cuarto grado de primaria. Entraba a la escuela a las ocho de la mañana. No recuerdo si en esa época todavía acostumbraba bañarme por las noches para no enfermarme por la frescura de las mañanas. Debió ser así porque a las 7:19 de la mañana mi madre me estaba peinando frente al espejo de su recámara. Supongo que mi hermano de cuatro años esperaba sentado en la cama de mis padres a que mi madre terminara de ponerle el uniforme. Entonces el piso se movió. Era la primera vez que sentía un temblor. Mi madre miró el crucifijo que había colgado encima del espejo y miró con terror como el rosario que rodeaba el cuello del Cristo se balanceaba en el aire. Nos abrazó a mí y a mi hermano, hasta que dejó de temblar. Mi padre no estaba en casa porque esa mañana se había ido a cubrir su turno en Televisa Radio, en la calle de Ayuntamiento, en el Centro. No recuerdo si se fue la luz, creo que sí, aunque de haberla encendido habría descubierto que sólo Imevisión transmitía las primeras imágenes de la tragedia. La radio mantuvo sus transmisiones, excepto la XEX donde trabajaba mi padre, y fue donde comenzamos a escuchar los primeros reportes. El Hotel Regis, que jamás conocí, se había derrumbado, lo mismo que la tienda de Salinas y Rocha, en avenida Juárez, donde mis padres habían comprado recientemente algunos muebles. Si el teléfono funcionaba no lo recuerdo, pero mi madre trataba inútilmente de llamar a la estación para saber si mi padre estaba bien. Entonces escuchamos la célebre crónica de Jacobo Zabludovsky, quien aborde de su Mercedes- Benz equipado con un teléfono no inalámbrico, se dio a la tarea de recorrer las calles devastadas hasta llegar a Televisa, en avenida Chapultepec, donde narró que el edificio donde estaban los estudios y sus compañeros había desaparecido. Tiempo después mi madre nos confesó que ella pensaba lo peor respecto a mi padre. No supimos de él hasta los doce del día, cinco horas después del sismo. En broma, los hermanos de mi padre molestaban a mi madre diciéndole que más que preocupación en esas horas de incertidumbre, ella se frotaba las manos pensando en el seguro de vida que habría de cobrar vestida de luto.

Ahora que vivo en un edificio más alto y más viejo, que ha resistido los dos temblores más fuertes ocurridos en la ciudad (1957 y 1985), cada vez que tiembla observo el plafón y me pregunto si se tratara del siguiente terremoto, aquel que los científicos temen, aquel que duerme, ojalá que por mucho tiempo más, entre las placas tectónicas que atraviesan y circundan este país.


Imagen tomada de:
http://www.revistaitec.com/blog/wp-content/uploads/2008/05/terremoto_1985_torre_la.jpg

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