sábado, julio 12, 2008

Take me out to the ball game.

Sorprende que la famosa catedral del beisbol en pocos días se convierta en un inmenso terreno polvoso, a merced de los voraces especuladores inmobiliarios, quienes seguramente ya le han echado el ojo al viejo estadio inaugurado en 1923 y remodelado en 1973.
La idea no era nueva. Desde hace muchos años George Steinbrenner, dueño de los Mulos de Manhattan, soñaba con demoler el viejo estadio y llevarlo a un mejor barrio que el tepiteño Bronx, aunque el gran impulso que se le ha dado a tan temido sector, sobre todo tras la política de cero tolerancia de Rudolph Giuliani, transformará su imagen y fama en los próximos años.
La concepción gringa de que lo viejo debe derrumbarse o de que aquellos enseres domésticos que cumplen un año hay que tirarlos al tambo de la basura aunque les baste una limpiadita para quedar como nuevos (mentalidad mexicana), prevaleció finalmente. Supongo que el nuevo estadio será un complejo centro comercial con hotel, casino, zonas de comida, áreas de descanso y recreación, y un campo de beisbol, aunque las fotos del nuevo proyecto más bien reflejan la intención de que el nuevo parque luzca antiguo. De una manera escenográfica se ha querido imitar el carácter clásico de la antigua fachada. Muy lejos quedan los arquitectos e ingenieros norteamericanos de arriesgarse en la búsqueda de nuevas propuestas, como las de Herzog & De Meuron o incluso las soluciones hi-tech de Calatrava o de Norman Foster.
La paradoja es relevante sobre el utilitarismo norteamericano y su sed por lo nuevo, mientras habitan en casas de la pradera en suburbios concebidos en el siglo XIX. El deporte nacional por excelencia de los Estados Unidos parece decidido a anclar sus nuevos estadios en la evocación de los años dorados del beisbol, donde los escándalos frecuentes se debían al alcoholismo de su estrellas ­­­—que les permitía, incluso, disparar cuadrangulares de fábula, batir récords y convertirse así en héroes casi míticos—, y no por la presunción o demostración del uso de esteroides para mejorar el rendimiento y apoderarse de marcas insuperables.

Como quiera que sea, los Yanquis seguirán perteneciendo al Bronx. El arraigo al barrio es fundamental para la sobrevivencia de cualquier equipo. En la liga mexicana dicho factor no ha sido suficiente para impedir que los equipos capitalinos dejen sus estadios (los Tigres se han ido a Quintana Roo y los Diablos Rojos dejaron de ser los Bombarderos de la Narvarte para mudarse a… a… ¿en qué colonia está el Foro Sol?).
Si Babe Ruth construyó el mítico Yankee Stadium, ¿tendrá autor moral el nuevo parque de beisbol?