lunes, septiembre 28, 2009

San Juditas Tadeo.

San Judas Tadeo es el santo de moda. Por circunstancias poco claras, dicho personaje no posee una iglesia propia. El sitio de congregación donde miles de devotos se reúnen para darle las gracias o solicitar su intervención (sobre todo para conseguir trabajo), está dedicada a San Hipólito, uno de tantos miembros de la extensa enciclopedia hagiográfica que debiera rogarle al mismísimo San Judas por un poco de público cautivo. Como buen chilango, San Judas encontró acomodo en casa ajena hasta apoderarse de ella.

La fiesta patronal en forma se realiza el día 28 de octubre. Y digo “en forma” porque todos los días 28 de los once meses restantes también se cierra la avenida Hidalgo y la lateral de Reforma entre las calles de Zarco y , lo que desquicia los alrededores de la populosa colonia Guerrero. Desde temprano, un conjunto de vallas metálicas (familiares de las vallas que resguardan a perpetuidad la embajada norteamericana y los alrededores de Los Pinos) se disponen afuera de la iglesia para contener a las mayorías que abarrotan el pequeño templo del primer patrono de la Nueva España, San Hipólito. Decenas de policías agilizan el tránsito y cuidan que ninguno de los fieles devotos que acuden en masa resulte atropellado por un desquiciado automovilista.

Llama la atención la cantidad de adolescentes que caminan presurosos para rendirle honores a San Judas. Con las muñecas repletas de bandas blanco y verde (los colores oficiales del santo), escapularios alrededor del cuello, y portando playeras estampadas con las mil y un imágenes del santo, parecen más asistentes a un concierto de rock. Su popularidad entre los jóvenes es inexplicable sobre todo si tomamos en cuenta que a esos años, la asistencia a cualquier iglesia en un incómodo compromiso que se hace bajo los órdenes dictatoriales de la madre o de la abuelita. Verlos en grupos de tres o cuatro, repartiendo paletas o bombones debido al pago de una manda, hace pensar que estos jóvenes han perdido la fe en la educación o la ciencia y prefieren que mediante una petición fervorosa, San Judas les resuelva la vida.

Después de las autoridades eclesiásticas, los comerciantes son los más beneficiados. El cierre de la calle de Zarco les permite instalar puestos de pan, garnachas, bisutería religiosa, playeras y figuras de San Judas, cuyo tamaño fluctúa entre los dos centímetros y el metro con sesenta (tamaño natural). Los feligreses más devotos presumen de su fuerza física cargando pesadas estatuas del santo, que transportan en el metro o en motonetas, en un acto que revela el nivel al que se han comprometido.

Así como la menstruación de las mujeres ocurre cada veintiocho días, las veteranas prostitutas que se ganan la vida sentadas en las rejas de San Hipólito se ven obligadas a descansar o buscar el sustento en otro sitio, irónicamente, debido a la llegada del día 28, cuando la mayoría de ellas debe transitar el páramo de la menopausia.

El éxito de San Judas Tadeo únicamente es eclipsado por las ganancias que se obtienen en un templo cuatro veces más grande: la basílica de Guadalupe. Sin embargo, cuando llega el día 29, el pequeño templo de San Hipólito recibe la visita de otro grupo de fieles armados hasta los dientes, herméticos, quienes dentro de un camión de valores, depositan en la bóveda de algún banco las ganancias del fervor por San Judas Tadeo.

Sin negar su arraigo chilango, San Judas encarna el deseo imposible del mexicano promedio: la celebración mensual de su cumpleaños, con la excesiva y ardiente concurrencia de centenares de invitados, sonrientes y provistos de regalos.




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