martes, septiembre 29, 2009

Apuntes para un concierto sinfónico.

El pasado 20 de septiembre se llevó a cabo en la Iglesia de San Juan Bautista de Coyoacán, el Concierto de Gala de la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil de México, integrada por 180 músicos, y por más de 400 coristas. El presente texto intenta ser una crónica de lo vivido el último día de labores de un Jefe de logística.


UNA SOCIEDAD POBRE y desprotegida que entiende el concepto de éxito como la acumulación de objetos, encuentra válido apoderarse de aquello que se le pone a la mano y negarse a devolverlo por la simple razón de que ese objeto se ha vuelto suyo porque lo vio o llegó primero. De medios caprichosos y anárquicos se vale Fortuna para elegir a sus agraciados; prima hermana de la Justicia porque también es ciega, sus designios inapelables pueden provocar desgracias heterogéneas como estampidas mortales o linchamientos inverosímiles. La imagen no miente: Quique, uno de los técnicos de la Orquesta Sinfónica Juvenil Carlos Chávez, se ha detenido en el pasillo central de la iglesia de San Juan Bautista en Coyoacán cargando tres sillas plegables que pretende acomodar para que la muchedumbre que se apelotona en los distintos altares del templo se mueva y se siente, de pronto se ve rodeado por personas que pretenden arrebatarle las sillas. El fenómeno tan enigmático como universal de la masa que surge de repente allí donde antes no había nada, como afirmó Elías Canetti en su célebre Masa y Poder, se manifiesta frente a los ojos de la Guadalupana, que contempla la escena desde su altar, y de varios integrantes de la orden franciscana, incluido el párroco de San Juan Bautista. La separación Iglesia-Estado llevada a cabo por Benito Juárez en el siglo XIX es aplicada a rajatabla por un cura que no mete las manos en los asuntos de una orquesta perteneciente al estado mexicano. Una palabra suya bastaría para hacer retroceder a la gente que se ha acomodado en los bancos de los contrabajistas, y que ha ocupado una banca de primera fila desoyendo peticiones de las arpistas, quienes explican que en su majestuosa y aparente estabilidad, el arpa es un instrumento que se inclina dependiendo de las notas a ejecutar. En una metamorfosis que se antoja imposible, el párroco franciscano de San Juan Bautista ha resultado más juarista que Juárez.

Las peticiones que amablemente expresa el equipo técnico, al que pertenecí hasta el día de ayer, no son escuchadas. Por más razonable que sea explicar que un pasillo se ha diseñado para que las personas circulen y no para que se apretujen, el público no da su brazo a torcer. Del diálogo de sordos a la confrontación hay un paso. Si una multitud es capaz de llegar a los golpes con tal de escuchar un Te Deum sinfónico, una de dos: o hemos llegado a niveles culturales que ni siquiera los países escandinavos poseen, o la gente se ha equivocado de espectáculo. Un hombre inmerso entre la masa grita y con ello me responde: “¡Que no haya concierto, queremos oír misa!”.

Desde el micrófono donde se solicita a la gente que se dé la mano en señal de paz, el principal responsable del concierto lanza amenazas: “Si la gente no retrocede se cancelará el concierto”. Una sociedad acostumbrada al ultimátum gubernamental como mecanismo para sacar adelante las reformas que el país necesita, no se traga un cuento tan burdo. El mensaje, más que asustarlos o hacerlos entrar en razón, funciona como un atizador gigante que aviva aún más las llamas de un bosque desbordado y seco. En estas épocas, únicamente el virus de la influenza AH1N1 sería capaz de convencerlos. Cuando el público se escuda en el pretexto que el origen de todos los males es la desorganización de los organizadores, lo mejor es retirarse a distancia prudente para no sufrir agresiones.

Las admiradoras de Los Temerarios o de Alejandro Fernández son capaces de pasar varias horas de pie, debajo de los rayos de un inclemente sol o soportando el diluvio universal, con tal de observar el tiempo que dura un suspiro, al icono de su desenfreno. La Orquesta Carlos Chávez se caracteriza, entre otras cosas, además de su bien ganada mala fama, por el escaso público que acude a sus presentaciones los fines de semana en el Auditorio Blas Galindo. Algo extraño ocurre cuando familias enteras se han apoderado de las bancas disponibles con tal de escuchar la composición de un romántico francés de nombre Héctor Berlioz, que en 1849 compuso Te Deum, obra que la Orquesta Sinfónica Nacional Juvenil interpretará a las 19:30hrs.

Tras bambalinas las cosas no son mejores. Con la orquesta desperdigada en los rincones de Coyoacán se sabe que habrá problemas. Si el cura ha decidido no hacer nada en beneficio del concierto, tampoco sus subordinados. El baño, por ejemplo, ha sido clausurado por su guardiana: una anciana chimuela y de mal carácter, que bajo el pretexto de que no hay agua envía a todo el mundo a orinar al Sanborns. La verdad reluce minutos después: como los integrantes de la orquesta y el coro no le dejan ni un centavo de propina, la anciana se desquita en los riñones ajenos.

El sacristán que algunos llaman Sergio y otros Alberto (el sujeto revela ante una pregunta directa que se llama Sergio Alberto) posee el único juego de llaves que abre la puerta del coro así como de la reja de acceso al claustro. En término logísticos se está ante un problema serio que la repentina tormenta agudiza: la reja de acceso al claustro se llena de músicos y coristas que a las 19:20 exigen entrar para alistarse. Sergio Alberto no aparece por ningún lado. Los técnicos de la orquesta lo buscan, gritan su nombre en la sacristía. Nada. No aparece. A las 19:30, la multitud, en un alarde de civilidad, exige puntualidad haciendo sonar sus palmas. Alguien ha localizado al sacristán y abre el candado de la reja. En previsión de que más gente llegue tarde, yo mismo le pido que me entregue el candado, y le aseguro que cerraré la reja en cuanto los artistas entren al concierto. “No puedo”, me responde, “así se me han perdido muchos”. Le digo que no tiene de qué preocuparse. Yo mismo no deseo que la gente se cuele. “No quiero una tragedia ahí dentro.” Desconfiado, el sacristán me entrega el candado con la mirada de quién toda su vida ha sido defraudado, incluso dentro de la iglesia.

Al veinte para las ocho el responsable del concierto agradece desde el altar, franqueado por los más de 400 coristas, la presencia de todos y le cede la palabra al cura franciscano, el juarista de clóset, quien se toma más de diez minutos en un extraño sermón, que no atina a agradecer las bondades del señor ni los beneficios culturales de la música sinfónica. Cuando ambos descienden del altar, el cura se dirige a su asiento de primera fila. Detrás de la orquesta se saludan el director, el tenor y el cura. Los tres se dan ánimos. El tenor le pide al cura que camine a través del pasillo que se abre, en esta ocasión entre los contrabajos y las violas, porque según el protocolo el solista y el director deben entrar juntos para que el público les aplauda. En un arrebato humorístico, el cura se niega e invita al solista a que pase primero. Sus más de ciento veinte kilos de peso son el pretexto suficiente para que el franciscano, con una sonrisa pícara en el rostro le diga: “Usted primero para que me abra cancha”.

El concierto arranca y los ánimos se serenan. Todo parece ir saliendo de acuerdo a lo previsto. Las potentes luces par 64 iluminan por igual las partes de los músicos y de los coristas. Transcurridos más de media hora, en una pequeña capilla ubicada a la izquierda del altar, un olor a quemado evidencia la antigüedad de los dimers que se supone evitan que se sobrecaliente la instalación que nutre a las seis torres de luminarias. De inmediato pienso en la posibilidad de un incendio. Escapar por la iglesia es imposible, lo mismo que por el claustro, pues yo mismo cerré el candado que la reja. Las grandes tragedias no son sino la acumulación de pequeños errores u omisiones. Un leve temblor provocaría una estampida humana destinada al fracaso. Los responsables de la luces tratan de bajar la temperatura con un potente ventilador industrial, pero es inútil. Lo único que separa al concierto de una desgracia es la disminución de la intensidad de las luces. El olor desaparece y a todos nos vuelve el color.

Finalmente, sobrevienen los agradecimientos a los directores de los coros, al solista, al director, a los músicos. Después de la fiesta los técnicos se quedan hasta más tarde para levantar el tiradero. Seguramente terminarán de cargar todo en la mudanza y de depositar los instrumentos en sus bodegas, pasadas las doce de la noche. No he comido. Para ser el último concierto al que asisto como Jefe de logística debo de aceptar que era imposible irme sin una despedida digna que incluyera desorden, caos, peligro y una pizca de sufrimiento.

El Borrego Viudo me aguarda con una ración de diez tacos al pastor, salsa aparte.




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lunes, septiembre 28, 2009

San Juditas Tadeo.

San Judas Tadeo es el santo de moda. Por circunstancias poco claras, dicho personaje no posee una iglesia propia. El sitio de congregación donde miles de devotos se reúnen para darle las gracias o solicitar su intervención (sobre todo para conseguir trabajo), está dedicada a San Hipólito, uno de tantos miembros de la extensa enciclopedia hagiográfica que debiera rogarle al mismísimo San Judas por un poco de público cautivo. Como buen chilango, San Judas encontró acomodo en casa ajena hasta apoderarse de ella.

La fiesta patronal en forma se realiza el día 28 de octubre. Y digo “en forma” porque todos los días 28 de los once meses restantes también se cierra la avenida Hidalgo y la lateral de Reforma entre las calles de Zarco y , lo que desquicia los alrededores de la populosa colonia Guerrero. Desde temprano, un conjunto de vallas metálicas (familiares de las vallas que resguardan a perpetuidad la embajada norteamericana y los alrededores de Los Pinos) se disponen afuera de la iglesia para contener a las mayorías que abarrotan el pequeño templo del primer patrono de la Nueva España, San Hipólito. Decenas de policías agilizan el tránsito y cuidan que ninguno de los fieles devotos que acuden en masa resulte atropellado por un desquiciado automovilista.

Llama la atención la cantidad de adolescentes que caminan presurosos para rendirle honores a San Judas. Con las muñecas repletas de bandas blanco y verde (los colores oficiales del santo), escapularios alrededor del cuello, y portando playeras estampadas con las mil y un imágenes del santo, parecen más asistentes a un concierto de rock. Su popularidad entre los jóvenes es inexplicable sobre todo si tomamos en cuenta que a esos años, la asistencia a cualquier iglesia en un incómodo compromiso que se hace bajo los órdenes dictatoriales de la madre o de la abuelita. Verlos en grupos de tres o cuatro, repartiendo paletas o bombones debido al pago de una manda, hace pensar que estos jóvenes han perdido la fe en la educación o la ciencia y prefieren que mediante una petición fervorosa, San Judas les resuelva la vida.

Después de las autoridades eclesiásticas, los comerciantes son los más beneficiados. El cierre de la calle de Zarco les permite instalar puestos de pan, garnachas, bisutería religiosa, playeras y figuras de San Judas, cuyo tamaño fluctúa entre los dos centímetros y el metro con sesenta (tamaño natural). Los feligreses más devotos presumen de su fuerza física cargando pesadas estatuas del santo, que transportan en el metro o en motonetas, en un acto que revela el nivel al que se han comprometido.

Así como la menstruación de las mujeres ocurre cada veintiocho días, las veteranas prostitutas que se ganan la vida sentadas en las rejas de San Hipólito se ven obligadas a descansar o buscar el sustento en otro sitio, irónicamente, debido a la llegada del día 28, cuando la mayoría de ellas debe transitar el páramo de la menopausia.

El éxito de San Judas Tadeo únicamente es eclipsado por las ganancias que se obtienen en un templo cuatro veces más grande: la basílica de Guadalupe. Sin embargo, cuando llega el día 29, el pequeño templo de San Hipólito recibe la visita de otro grupo de fieles armados hasta los dientes, herméticos, quienes dentro de un camión de valores, depositan en la bóveda de algún banco las ganancias del fervor por San Judas Tadeo.

Sin negar su arraigo chilango, San Judas encarna el deseo imposible del mexicano promedio: la celebración mensual de su cumpleaños, con la excesiva y ardiente concurrencia de centenares de invitados, sonrientes y provistos de regalos.




sábado, septiembre 19, 2009

19 de septiembre de 1985.

En 1985 yo tenía ocho años y cursaba el tercero o cuarto grado de primaria. Entraba a la escuela a las ocho de la mañana. No recuerdo si en esa época todavía acostumbraba bañarme por las noches para no enfermarme por la frescura de las mañanas. Debió ser así porque a las 7:19 de la mañana mi madre me estaba peinando frente al espejo de su recámara. Supongo que mi hermano de cuatro años esperaba sentado en la cama de mis padres a que mi madre terminara de ponerle el uniforme. Entonces el piso se movió. Era la primera vez que sentía un temblor. Mi madre miró el crucifijo que había colgado encima del espejo y miró con terror como el rosario que rodeaba el cuello del Cristo se balanceaba en el aire. Nos abrazó a mí y a mi hermano, hasta que dejó de temblar. Mi padre no estaba en casa porque esa mañana se había ido a cubrir su turno en Televisa Radio, en la calle de Ayuntamiento, en el Centro. No recuerdo si se fue la luz, creo que sí, aunque de haberla encendido habría descubierto que sólo Imevisión transmitía las primeras imágenes de la tragedia. La radio mantuvo sus transmisiones, excepto la XEX donde trabajaba mi padre, y fue donde comenzamos a escuchar los primeros reportes. El Hotel Regis, que jamás conocí, se había derrumbado, lo mismo que la tienda de Salinas y Rocha, en avenida Juárez, donde mis padres habían comprado recientemente algunos muebles. Si el teléfono funcionaba no lo recuerdo, pero mi madre trataba inútilmente de llamar a la estación para saber si mi padre estaba bien. Entonces escuchamos la célebre crónica de Jacobo Zabludovsky, quien aborde de su Mercedes- Benz equipado con un teléfono no inalámbrico, se dio a la tarea de recorrer las calles devastadas hasta llegar a Televisa, en avenida Chapultepec, donde narró que el edificio donde estaban los estudios y sus compañeros había desaparecido. Tiempo después mi madre nos confesó que ella pensaba lo peor respecto a mi padre. No supimos de él hasta los doce del día, cinco horas después del sismo. En broma, los hermanos de mi padre molestaban a mi madre diciéndole que más que preocupación en esas horas de incertidumbre, ella se frotaba las manos pensando en el seguro de vida que habría de cobrar vestida de luto.

Ahora que vivo en un edificio más alto y más viejo, que ha resistido los dos temblores más fuertes ocurridos en la ciudad (1957 y 1985), cada vez que tiembla observo el plafón y me pregunto si se tratara del siguiente terremoto, aquel que los científicos temen, aquel que duerme, ojalá que por mucho tiempo más, entre las placas tectónicas que atraviesan y circundan este país.


Imagen tomada de:
http://www.revistaitec.com/blog/wp-content/uploads/2008/05/terremoto_1985_torre_la.jpg

viernes, septiembre 18, 2009

Usted disculpe.

En alguna entrada anterior de este blog, abordé brevemente las frases que se rotulan dentro del transporte público. En el mismo texto comentaba en broma que valdría la pena tener una sala en el Museo Nacional de Antropología que reuniera todas las frases nacionales que mejor definen la mexicanidad, y que, a ojo de buen cubero, ocuparían tanto espacio como la sala Maya o Azteca.

“El rincón de las frases célebres” (así bautizaría yo al conjunto de salas), podría ordenarse a partir de un criterio temporal, o mejor aún, de acuerdo a una organización de género o circunstancia, a saber: “Frases míticas”: La patria es primero; La pobreza es un mito genial; “Frases inútiles”: Va mi espada en prenda; Sí se puede; “Frases indiscutibles”: Ya nos saquearon. Ni los veo ni los oigo.

La museografía podría reunir pinturas, grabados o fotografías de los creadores de las frases, así como bustos o estatuas de cuerpo entero con una interpretación libre de la postura y semblante del compositor al momento de articular la mente y la lengua, y, con un moderno sistema de realidad virtual, atestiguar momentos cumbres como el del general Anaya recitando la Frase del Perdedor por excelencia: “Si hubiera parque ustedes no estarían aquí”, al inmortal Cuauhtémoc diciendo “¿Acaso estoy yo en un lecho de rosas?”, y al insuperable Guillermo Prieto con su celebérrima “Los valientes no asesinan”. Valdría la pena que las nuevas generaciones atestiguaran la rabieta de José López Portillo al declarar y manotear en su último informe de gobierno, frente al Congreso de la Unión: “No vengo aquí a vender paraísos perdidos, ni a buscar indulgencias históricas” (http://www.youtube.com/watch?v=Cgk-XwvEcU8).

La frase que más me gusta, pues define el respeto mexicano por el cabal cumplimiento de la ley es “Usted disculpe” que se aplica a aquellos pobres diablos que sin deberla ni temerla, fueron puestos en chirona sin más méritos que los de haber estado en el sitio equivocado en el momento equivocado, la mala hora. Como la frase ha sido aplicada en miles de casos a lo largo de los años será necesario que dentro de la gran sala de las frases se erija un monumento a los no-culpables anónimos, del mismo modo en que se rinde homenaje al soldado desconocido en Rusia o Francia, aunque la heroína de esta categoría bien podría tratarse de Jacinta Francisco Marcial, acusada de secuestrar a seis Afis, es decir agentes entrenados para matar y madrear, durante un fallido operativo donde los agentes robaron mercancía a varios comerciantes de Santiago de Mexquititlán, municipio de Querétaro. Los comerciantes, como es lógico, se pusieron bravos y retuvieron a los agentes hasta que liquidaran lo sustraído. Jacinta tuvo la mala suerte de salir fotografiada en un periódico y eso marcó su destino. En venganza fue llevada con engaños a San Juan del Río donde fue encarcelada por el delito de “secuestro” y sentenciada a 21 años.

Jacinta carga la peor maldición a la que puede estar condenado un mexicano: ser mujer, indígena, pobre y analfabeta. La presión nacional e internacional consiguió que Jacinta quedara en libertad el pasado 16 de septiembre. Hoy está libre, pero mañana, ojalá que no, morirá de alguna enfermedad curable o ligada a su deficiente alimentación. “Usted disculpe”, le dijeron.

Irónicamente Jacinta celebrará de ahora en adelante su “día de la independencia” particular.


Imagen tomada de: http://oramosmex.files.wordpress.com/2009/03/jacinta2.jpg

jueves, septiembre 17, 2009

María de todos los Ángeles

En alguna época de la que es mejor no acordarse, cuando el poderoso Partido Revolucionario Institucional (PRI) mantenía bajo su poder la presidencia de la república, las cámaras, la mayoría de las gubernaturas del país, alcaldías y municipios, un hombre visionario e influyente, dueño de la televisora más importante de Iberoamérica, declaraba a los cuatro vientos que él era un “soldado del PRI”, y tuvo los arrestos para declarar alguna vez que “Yo hago televisión para los jodidos porque México es un país de jodidos”.

La declaración no necesita(ba) comprobación científica: basta(ba) con encender el televisor y apreciar el nivel de la programación de Televisa. Desde los insufribles programas matutinos donde se ventilan chismes e intimidades de las “estrellas” del canal de las estrellas, y se lleva a cabo un puntual y extenso resumen de las telenovelas, piedra angular del emporio, pasando por los programas de concursos donde el principal reto consiste en soportar los insultos y las burlas del conductor en turno, y la infaltable “Barra de Entretenimiento”, territorio que durante muchos años fue gobernado por humoristas blancos (Capulina, Chespirito, Alejandro Suárez, Manuel “El Loco” Valdés, Los Polivoces), y que actualmente, luego del relevo generacional en los mando superiores de la televisora, se ha instalado en una férrea pero efectiva y atrayente, dictadura del albur (Eugenio Derbez, Jorge Ortiz de Pinedo).

Si antes la televisión fungió como un emisor de estilos y esquemas de vida que pretendía hacer que la gente aspirara a convertirse en lo que miraba todas las noches (el hijo responsable que jamás abandona a su madre paralítica; la hija que de día es sirvienta en casa rica y que luego de quemarse las pestañas en la escuela nocturna se vuelve licenciada) ahora la televisión “expone” realidades que se ajustan al lema de su fallecido dueño: se reproducen usos y costumbres de la gente del pueblo, aquellos a quienes se les engloba bajo el término de “nacos” o “jodidos”. Si María Elena Velasco, La India María, demostró en los años ochenta que los indígenas eran negocio (según Wikipedia protagonizó 17 películas, taquilleras todas), en la actualidad es rentable hacer programas de “nacos”, en los que se reproducen su habla, sus atuendos, gustos y costumbres. “La hora pico” catapultó a la fama nacional a Consuelo Duval y a Lorena de la Garza por su interpretación de “Nacasia” y “Nacaranda” —nietas en línea directa de la Guayaba y la Tostada—, amigas de barriada que exponen con desparpajo su ignorancia y picardía en sus peripecias compartidas con personajes como “El Vitor”, conductor de “una micro”, o “Nacasio”, el cachapo.

En “María de Todos los Ángeles”, nueva producción de Televisa que se transmite los domingos por la noche, Mara Escalante, comediante promedio y artífice de “Doña Lucha”, estereotipo de la ama de casa mexicana, se juega todas sus cartas. El programa narra las desventuras de María de todos los Ángeles, una jovencita enamorada de Albertano Santacruz, hijo de Doña Lucha, galancete de barrio cuyo mayor logro en la vida es mantener y sedoso su largo cabello. Lo expuesto en el programa se nutre de la realidad. Los nacos únicamente hacen uso de las peseras, se divierten los domingos en Chapultepec y los museos les sacan ronchas. Además son abusados por los policías, quienes en el organigrama de la pobreza ocupan una posición más baja que la de los nacos simples o puros.

El habla se reproduce de acuerdo al estilo que algunos definen como chilango, consistente en hablar despacio, en un tono más bien bajo, apocado, y en alargar las vocales al término de cada frase, y por la inclusión de muletillas más bien estructuradas como en “Camine hacia lo que es el Eje Central, y en lo que es Bellas Artes, súbase en lo que es una micro”, o “Aquí le manejamos lo que es la computación”.

En el sitio oficial de María de todos los Ángeles, la mayoría de los visitantes han comentado que el programa "es de lo mejor que ha hecho Televisa", que "ojalá lo pasen entre semana" o que "los domingos ya están completos gracias a la emisión". En todos los casos los comentarios están escritos con faltas de ortografía. En un país donde el grado de estudios no rebasa el primer año de secundaria no sorprende que los gobernantes se atrevan a proponer un aumento en todos los impuestos para captar más dinero y cubrir las torpezas de quienes administran la nación, cuando según los especialistas, en tiempo de crisis cualquier gobierno debe bajar los impuestos y aumentar su gasto. Si el tele-auditorio se regocija con la parodia que se hace de los nacos (lo que apuntala nuestro racismo soterrado), o encuentra su reflejo y luego entonces una disculpa o razón de ser validada por la televisión, de cualquier manera estamos perdidos.

Con el Zócalo lleno a reventar y la muchedumbre gritando vivas a los héroes que nos dieron patria, hasta el gobierno más ilegítimo, ineficiente y corrupto puede hallar la tranquilidad para continuar haciendo lo que mejor sabe: administrar el descontento. Mientras María de todos los Ángeles cumpla su misión dominguera, divertir y darle sentido al populacho, la liga puede seguir estirándose sin riesgo de ruptura.





Imagen tomada de: http://www2.esmas.com/entretenimiento/programastv/maria-de-todos-los-angeles/

lunes, septiembre 14, 2009

Paco Ramírez.

Su mirada siempre estuvo cubierta por la pátina de la incertidumbre. Como rasgo inequívoco de su desesperanza, olvidaba acomodar debidamente los cuellos de sus sacos y camisas. Tejía nudos de corbata demasiado estrechos y cortos, que recordaban más a una pequeña soga que partido a partido se ajustaba él solo. Sus indicaciones en los entrenamientos carecían de profundidad y malicia. Era como si después de leer un libro de erotismo, pretendiese impartir cursos intensivos a una logia de erotómanos. En el amplio lenguaje futbolero, Paco Ramírez movía sus fichas en un tablero de escaques blancos y negros donde confundía las damas inglesas con el ajedrez.
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Cuando el principal ingrediente del oficio es precisamente trabajar en equipo, la llegada de un advenedizo que se coloca en la dirección del proyecto se sanciona de la manera más enérgica: los profesionales no perdonan nunca la improvisación, ni están dispuesto a apoyar la profesionalización del jefe en perjuicio de su imagen.
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Paco Ramírez tuvo en sus manos la dirección del equipo más famoso y popular de México, las Chivas del Guadalajara, y falló en su más importante asignatura: la de proteger al rebaño contra el inminente peligro de las bestias.
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En el fondo, Paco Ramírez sabía que su futuro dependía más del humor de Jorge Vergara, el dueño de las Chivas, que de su efectividad como estratega. Tenía en su contra, además del vestidor donde las caprichosas veleidades poco entienden de futbol, a la estadística, de la cual, ni el más poderoso sortilegio libera de sus garras: desde que Vergara compró el equipo en 2002, 10 directores técnicos han desfilado por el banquillo.
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Las lecciones de la historia no son democráticas. Hay quienes con todo en contra se cobijan con los textos del pasado y resuelven su suerte de manera por demás satisfactoria, ganándose, incluso, una breve línea en algún librillo. Otros, a sabiendas que la historia les juega chueco y los aguarda en una esquina para clavarles un puñal por la espalda, hallan en la tragedia anunciada los arrestos para morir con dignidad, y acuñan alguna frase de regular retórica que se recita en las conmemoraciones de guerras y luchas perdidas en nombre de la patria. Ellos al menos tienen asegurada una morada más o menos digna en la vasta cripta de los perdedores. Paco Ramírez no. No se sabe de alguna frase elocuente que hubiera acuñado mientras contemplaba su Waterloo tapatío a la vera de la cancha, que más bien debiera compararse con la más absurda y penosa de todas las derrotas. Lo que es peor, careció de la principal virtud del perdedor que lo asume sin chistar: la muerte estoica. Su renuncia careció de la épica que reviste de terciopelo los más negros recuerdos. De haber escupido el rostro del árbitro asistente habría revelado su alma llanera. Si hubiera invadido la cancha habría dado la nota deportiva de la mañana siguiente. No conoció jamás la historia de Leónidas o del general Anaya. Ojalá nos hubiera obsequiado un exabrupto, una bravata o una patada como la que Javier Aguirre propinó al jugador panameño. Nada. Paco Ramírez tiene atole en las venas.
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En el deporte de las patadas no debe confundirse frialdad con pasividad. Vale más hacer trizas el saco y la corbata en la banca que salir con cara de quien hace cuentas para saber si el sueldo, el último, le alcanzará para salir de las deudas recientemente adquiridas, llevando el cuello del saco levantado, tal y como hacen los prófugos de la justicia o los desprotegidos.
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Si se va a ingresar al vasto ejército de desempleados mexicanos hay que hacerlo con un buen rango, que vale más ser capitán o teniente, pero nunca soldado raso.
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Imágenes tomadas de:
http://img.terra.com.mx/galeria_de_fotos/images/348/695927.jpg
http://www.eluniversal.com.mx/img/2009/09/Dep/franram.jpg

jueves, septiembre 10, 2009

09.09.09

Si en la fecha marcada con los números 12.12.12 el mundo entero habrá de destruirse de acuerdo con las profecías mayas, la fecha 09.09.09 será recordada como la del resurgimiento (otra vez de nuevo) de The Beatles. Primero fue aquel disco doble con versiones en vivo, palomazos y uno que otro chiste de John Lennon halladas en una bodega de EMI Capitol, titulado: Live at the BBC. Después surgieron las Antologías 1, 2 y 3, complementadas, además con doce videos y un libro. Por último salieron a la venta dos cajas llamadas The Capitol albums 1 y 2.
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A la fascinación humana por desentrañar los misterios de su origen y del destino de su futuro a partir del análisis de los números (si sumamos los nueves anteriores obtendremos 27, si sumamos 2+7=9), los mercadólogos hallaron interesante lanzar a la venta tres productos (3 es factor de nueve) sobre el grupo más famoso de la historia: The Beatles Stereo box set, The Beatles Mono box set, y The Beatles Rock band. Las dos primeras cajas contienen los discos del catálogo beatle, totalmente remasterizados (es decir, grabados directamente del master o cinta maestra), tras cuatro años de ardua labor, y se diseñaron como pequeños discos de vinil. El Sargento Pimienta, en la versión mono, incluye una hoja de cartón con piezas recortables, tal y como se incluyeron en el disco original de 1967. Caso similar es el Magical Mistery Tour, que en su lanzamiento original incluía un pequeño libro con textos y fotografía sobre la serie de televisión homónima, y que esta nueva versión aparece nuevamente. El día del lanzamiento las cajas se agotaron, a pesar de la crisis y su elevado precio: prácticamente ocho mil pesos por ambas cajas. Lo destacable es que nos siguen vendiendo lo mismo, y muchos de nosotros continuamos comprando algo que ya conocemos.
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The Beatles Rock band cuesta mil pesos, que sumado a los ocho anteriores nos da —ahí está de nuevo—, 9 mil pesos. Aunque parezca exagerado, para aquellos que jamás aprendieron a tocar la guitarra, incluido yo, se vuelve fascinante hacerse pasar por uno de los Beatles. A este respecto habrá que esperar el análisis puntual de Rafael Toriz o de Ernesto Priego sobre el fenómeno que significa el desprendimiento de la sique y su materialización en la pantalla de plasma. Fanático de los videojuegos en sus más variados géneros, he de confesar que estoy ante el más grande e importante video juego jamás diseñado. Según he escuchado las ventas se elevaron ayer en las alicaídas tiendas de juguetes electrónicos donde el artículo más solicitado fue el The Beatles Rock band. Las ganancias deben ser incalculables.
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Como sucede con Pedro Infante, Los Beatles, con estos nuevos discos remasterizados y el Rock band, cada vez tocan y cantan mejor.
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martes, septiembre 08, 2009

La Fuga.

En nuestras más torcidas fantasías alguna vez hemos pensado en cómo sería la vida estando tras las rejas. Quizá por las películas o las novelas que hemos leído [Sueños de fuga (The Shawshank redemption), 1990 o El Conde de Montecristo, 1844], de pronto tenemos el ánimo de imaginarnos vestidos con el uniforme caqui de los penales mexicanos y suponer el suplicio que significaría levantarse todo los días y mirar a la misma gente, el mismo patio, los mismos muros; cuidarse la espalda en prevención de alguna venganza o posible violación tumultuaria, soportar los insultos de los más fuertes, pagar derecho de piso a los líderes de las crujías, aguantar el malhumor de los celadores —sobornos, pagos por protección, etc.—, la mala calidad de la comida, la colchoneta, si existe, húmeda y sucia; del retrete y la regadera compartida, de la posibilidad de morir durante un violento motín, recibir visitas en ciertas horas, ciertos días, imaginar lo que estaríamos haciendo afuera, en el parque, en la plaza o en el jardín; salir a comprar algo a la tienda, irse de fiesta, ponerse borracho, conocer una chica, llevarla a cenar, hacerle el amor. La más grave sanción contra un ser humano consiste en limitar su desplazamiento, vigilar sus pasos todos los días y obligarlo a hacer lo que la autoridad moral quiere que haga.
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Hace unos días, en este mismo blog, hablé acerca de la suerte de Alejandro Ordaz Moreno, estudiante mexicano que realizaba el doctorado en la Universidad de Sevilla, y que tras vivir en carne propia los efectos de la “marcha” española, se defendió de dos sujetos que lo atacaron en la calle y que resultaron ser policías encubierto que andaban tras las huellas de un delincuente. Condenado a ocho años de cárcel, Alejandro Ordaz Moreno continuaba en libertad provisional por lo que debía ir a firmar cada quince días al juzgado en Sevilla. Hace un mes dejó de hacerlo y se desconoce su paradero. Hoy la Interpol ha liberado una orden de captura internacional. Si es aprehendido nuevamente, Alejandro deberá purgar la condena de 8 años. Su abogado se dice decepcionado de su conducta, que sólo complica aún más las cosas. En el Consulado de México en España comentan lo mismo. Algunas personas en México han comentado que el muchacho está pagando por ser un desordenado que pretendió hacer en España, una sociedad avanzada, libre y democrática, las mismas cosas que hacía en México, un país atrasado y deforme. Quienes lo juzgan dejan de lado un factor determinante: la condena de la justicia no necesariamente es justa o moralmente aceptable. ¿Soportarían sus críticos pasar aunque fuera un sólo día recluidos en un separo inmundo, conviviendo con violadores y asesinos? ¿Podríamos tener un esbozo más o menos claro de lo que significa pasar ocho años en una prisión, ya sea de un país del primer mundo o de uno como el nuestro? Las razones de Alejandro, nos parezcan correctas o no, son el impulso irrefrenable de un ser humano que no puede concebir la idea de estar encerrado, sobre todo cuando se es inocente. Es probable, dada nuestra naturaleza a la producción de documentos apócrifos, que Alejandro Ordaz Moreno haya vuelto a Salamanca, Guanajuato, por medio de un pasaporte falso.
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Del mismo modo en que Edmond Dantès vuelve a Marsella para casarse con la bella Mercedes, Alejandro estaba a punto de casarse con su novia. Con la suerte en el aire, habrá que esperar el final de esta historia de injusticia y desazón, que alguna vez, no lo olvidemos, cuando el Conacyt le concedió la beca, debió de arrancarle a Alejandro Moreno Ordaz una sonrisa de satisfacción en el rostro y una que otra lágrima a sus padres.
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Imagen tomada de: http://www.eluniversal.com.mx/notas/624917.html

lunes, septiembre 07, 2009

El juego del hombre.

LOS ESTRAFALARIOS UNIFORMES de Jorge Campos, El Brody, desataron la polémica cuando el más famoso de los porteros mexicanos lucía como un ágil arlequín o saltimbanqui. A pesar de su corta estatura, El Brody realizaba piruetas y malabares que salvaban la portería de los Pumas o de la Selección Nacional. Sus uniformes, patrocinados por Umbro o Nike, parecían confeccionados con retazos coloridos de combinaciones imposibles, como verde fosforescente con rosa mexicano, color que por razones desconocidas se asocia a las mujeres y que Luis Barragán, el más célebre de los arquitectos mexicanos, homenajeó en decenas de muros, columnas y celosías de sus famosas obras.
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Hace pocos días se llevó a cabo el partido entre los Gallos Blancos del Querétaro y los Pumas de la UNAM, en la cancha de C.U. (Ciudad Universitaria). El encuentro fue importante por dos razones: se trató de la primera victoria de los Pumas en el presente torneo y porque el jugador del Querétaro, Luis Daniel Cano, se calzó un par de “tacos” color de rosa.
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La transmisión del partido corrió a cargo de Televisa y contó con los sesudos comentarios de Alberto García Aspe, aquel enérgico mediocampista que destacaba por su carácter fiero e indomable, lo que le valió ser capitán de la Selección Nacional durante muchos años. García Aspe comentó que en el juego del hombre el color rosa estaba fuera de lugar; si se hubiera tratado de un partido entre equipos de mujeres no hubiera dicho nada. Al día siguiente, varios articulistas denunciaron los excesos y exageraciones de García Aspe y el Instituto Nacional de la Mujer (Inmujeres) envió una carta a Televisa donde exigía que sus cronistas dejaran de hacer comentarios machistas y misóginos.
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Luis Daniel Cano tomó la decisión de guardar sus tacos rosas porque hasta el nuevo timonel de los Gallos Blancos, Carlos Reynoso, también le dijo que eso de andar usando cosas color rosa dentro de la cancha era indigno de un hombre. Además amenazó con correr del plantel a aquel que cometiera la mariconada de ponerse alguna prenda color rosa.
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Sería anecdótico hablar acerca del machismo que impera en el balompié nacional (no hay ninguna mujer ejecutiva o presidente de algún club). Algunos recordarán la polémica desatada a raíz del debut de Virginia Tovar como árbitro central del partido Irapuato-América, el 22 de febrero de 2004, donde se discutía si la fémina tendría el carácter como para aguantar al ligero de Cuauhtémoc Blanco. Sin embargo hay cosas que no cuadran. Si se trata de un juego eminentemente de hombres, donde se enaltecen valores como la fuerza, la habilidad y el carácter, ¿por qué hay apodos femeninos? Ningún comentarista de Televisa se inmuta al pronunciar los sobrenombres absurdos como el de “La Gata” Fernández, jugador de los Tigres de la Universidad de Nuevo León, o el de Damián “La Chilindrina” Álvarez. En épocas remotas, donde el machismo era aún mayor que ahora, no cantaban mal las rancheras: Lorenzo “La Yegüa” Camarena, Cornelio "Coneja" Cuevas, Raúl “Pina” Arellano o Antonio “La Tota” Carvajal. ¿No que muy hombres?
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Luis Daniel Cano no volverá a usar tachones rosas y Alberto García Aspe dormirá tranquilo. En el país del tequila y del mariachi el de los hombres bragados, no hay cabida para el color que universalmente, representa la mexicanidad.
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viernes, septiembre 04, 2009

Emir Pabón.

El GRUPO CAÑAVERAL es fácilmente reconocible dentro del abigarrado y flexible universo “grupero”, gracias a un gritito agudo que acompaña cada una de sus melodías: Pipipipipiiiií. Debemos este novedoso llamado de la selva a la creatividad de Humberto Pavón, fundador del “Nuevo valor de la cumbia”, según reza el eslogan de su página oficial. Además de músico, don Humberto es padre de Humberto junior, Maritza y Emir Pabón, chico jovial, famoso y alegre, cuya barba delineada casi con plumón, refleja el ánimo perfeccionista de su espíritu y el esmero que imprime en su cuidado personal. Pero la fama, como el dinero, no alcanza para cubrir las necesidades más básicas del ser humano. Las presentaciones de localidades agotadas, las entrevistas a los medios, las invitaciones a cocteles, presentaciones y demás actividades socialmente aceptadas, no significan nada cuando no se tiene al lado, codo a codo, al ser amado que palpita, suspira y anhela por nosotros, que disfruta de sus bromas, que vive sus pasiones como si fueran propias, que ata su existencia al ritmo que marca el corazón de su amo y señor. Emir Pabón no ha encontrado a ese ser que, en palabras de Octavio Paz, le haga despojarse de su nombre.
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..........Luego de un fugaz romance con Irán Castillo, del que supusimos erróneamente que duraría hasta la eternidad, el muchacho vagaba sin rumbo y hubo de aceptar la disponibilidad de su corazón, un departamento vacio, empolvado y oscuro.
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..........Absorbido por el trabajo arduo de las giras, cercado por las frívolas conclusiones de los programas de chismes, y desconfiado de las mujeres que se aproximan al artista con la voracidad del tigre a punto de destazar un antílope, Emir Pabón rogaba al cielo por un rayito que iluminara su existencia. Un día Cupido se le apareció vestido de ejecutivo de Televisa, armado de un concienzudo análisis comercial y las flechas del rating. Le propuso que para encontrar al amor había que dejar atrás las anticuadas y gastadas formas con que sus iguales pretendieron cazar a la pareja ideal. Aprovechando su fama, la televisión, y el morbo de la gente, además de novia se obtendría beneficios monetarios que nunca están de más. La aventura fue bautizada como EBD, “En Busca De…”
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..........Tras un concienzudo casting, de donde fueron descalificadas las prietas, las gordas y las chimuelas, se eligieron 10 bellas mujeres, cuyo común denominador son los traseros bien redondeados, así como los valores familiares bien cimentados, y que no confunden la libertad con el libertinaje. Al inicio dela emisión el equipo estaba integrado por cinco mexicanas (Chiquis, Felina, Guapachosa, Carisma, Fresky y Sabrosa), una guatemalteca (Minina), una colombiana (Pinchada), una argentina (Gomela), una cubana (Azúcar) y una austriaca (Vodkita).
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..........Emir Pabón prácticamente se ha fajado a todas, sin distingos de razas, colores o tamaños. Salir a cuadro y bailar cumbias tiene la ventaja de que la eficiente expresión oral pasa a segundo plano: Emir Pabón no puede pronunciar más de tres palabras sin intercalar un ‘como’: “Sentí como que entre nosotros, eh, como que hay química como que, eh…”. “Como que ya empiezo a sentir una química muy bonita con las niñas”.
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..........Al día de hoy Emir Pabón ha descalificado ya a Chiquis, Carisma, Azúcar y Minina abandonó la competencia bajo circunstancias poco claras. Pudiera parecer que el morbo de los reality-shows ha disminuido su intensidad, luego de chutarnos Big Brother en todas sus variantes, Cristina y Laura en América, pero los ejecutivos de Televisa saben bien qué senderos vale la pena volver a caminar. La felicidad de Emir Pabón justifica la exhibición descarnada de la ignorancia, la frivolidad y el patetismo de las participantes, seguidoras del ya infantil pero latente eslogan wharholiano: quince minutos de fama.
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..........La belleza y su clara asociación molecular con la estulticia se refrenda en “En Busca De…”, del mismo modo en que las fulgurantes estrellas de la televisión y la farándula nunca comprenderán que cuando ventilan su vida privada, se muestran en toda su naturaleza: como seres de trapo que han confundido el camerino con el escenario.
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Imagen tomada de: http://derealitys.com/wp-content/uploads/2009/08/emirpabon-ebd.jpg

miércoles, septiembre 02, 2009

El Grito.

No, no me refiero a la obra de Edward Munch (1863-1944), sino a algo más baladí. La tradición del Grito de Independencia, creada sin querer por el famoso cura Hidalgo, quien murió excomulgado, según afirman los nuevos libros de la SEP y la iglesia católica lo niega, fue iniciada por Ignacio López Rayón un 16 de septiembre de 1812, cuando en Huichapan, población del estado de Hidalgo, el insurgente conmemoró el inicio de la guerra con un “grito” más una descarga de artillería. Años después, el habilidoso Porfirio Díaz empató la celebración del inicio de la independencia con su fiesta de cumpleaños, el día 15, que desde entonces se celebra en Palacio Nacional a las 11 de la noche, siendo tradición que el presidente en turno salga la balcón central —la multitud le mienta la madre—, toque la campana de Dolores—la multitud le mienta la madre—, agite la bandera—la multitud le mienta la madre—, y se retira a sus aposentos a cenar con la runfla de lambiscones que lo secundan durante seis años—la multitud le mienta la madre—.
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El acto de gritar revela un alto grado de neurosis, inconformidad, hartazgo, impotencia. El Grito de Independencia es ridículo y arcaico. Su repetición anual se ha vuelto parte de la liturgia indispensable de las normas y tradiciones del caduco sistema político mexicano, no exento de la pátina del mal gusto. Al abigarrado fondo de la plaza de la constitución —retratos de los “héroes” que se iluminan con foquitos de colores, puestos de fritangas, bebidas, banderas, sujetos vendiendo “toques” eléctricos o serigrafía tricolor de a peso—, la visión de un sujeto que grita “Viva México” y que recita hasta la afonía los nombres de los héroes que nos dieran patria (un amplio conjunto de perdedores), resulta, por decir lo menos, ofensiva, indigna.
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Incluso para organizar una fiesta México crea comisiones. Y esas comisiones fallan, se pelean, se disuelven. Debido a que los gobiernos federal y de la ciudad de México no se hablan, cada quien jala por su lado. La última gran idea del gobierno del D.F. se denomina “Las Corregidoras”, grupo heterogéneo conformado por Susana Zavaleta, femme fatale de fingida y sobreactuada actitud; Amandititita, hija del extinto Rockdrigo González; Natalia Lafourcade, famosa por su breves y accidentadas actuaciones en festivales de rock como el Vive Latino; Regina Orozco, la Mega-bizcocho; Ely Guerra, eterna promesa del rock nacional; Cecilia Toussaint, ni fu ni fa, y Aurora y la Academia, sin comentarios. Estas mujeres actuarán a bordo de algunos autobuses de la Red de Transporte Público (RTP), y deleitarán a los pasajeros con sus grandes éxitos. ¿Cuánto cuesta adaptar los autobuses y dotarlos con pantallas de plasma para que las viandantes observen el “espectáculo” de “Las Corregidoras”? Lo cierto es que varias de estas féminas cerrarán con broche de oro sus actuaciones cantando en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario, la noche del 15 de septiembre.
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No quiero ser purista pero varias de ellas saldrán rayadas, pues su mediocre trayectoria jamás les hubiera permitido ni siquiera cantar como teloneras en el teatro Blanquita.
Debido a que en realidad no hay nada qué festejar, el nivel de los festejos se revela insignificante, muy por debajo del mínimo requerido.
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Resulta conmovedor que, después de cantar arriba de un camión, tal y como lo hacen decenas de miles de desempleados o músicos frustrados, se alcancen escenarios como la sala Neza. Querer es poder, sin duda.
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Imagen tomada de:

martes, septiembre 01, 2009

Dos estudiantes mexicanos.

Defenestrados por su pésimo desempeño en competencias educativas, exámenes de admisión, pruebas Enlace y programas de concursos, los estudiantes mexicanos se debaten entre terminar su educación para ganar un sueldo mísero y soportar maltratos de jefecillos de quinta categoría, o bien, abandonar las aulas para batirse directamente con la realidad avasalladora de un país donde no se requiere título universitario, maestría o doctorado para instalar un puesto de tamales o de piratería. Las causas de su malformación en las aulas son abrumadoras: profesores mal calificados y peor pagados (excepto aquellos que se cobijan bajo las sábanas del sindicato); líderes sindicales corruptos y mezquinos; gobiernos que recortan gasto educativo; salones aptos para delincuentes en formación. En fin: educarse en México es un milagro.
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Las excepciones existen. El esfuerzo personal es el motor que se sobrepone a la adversidad. Benito Juárez, se dice, no aprendió a hablar español hasta muy avanzada su niñez. Se rumora que la madre de Miguel Alemán, el cachorro de la revolución, vendía tamales afuera de su casa. La historia no oficial dice que el padre de Ernesto Zedillo era bolero. En los tres casos, el resultado obtenido es magnífico: ocuparon el “puestazo”, llegaron a la “grande” y se colaron a las páginas de la historia.
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Actualmente hay dos ejemplos de estudiantes mexicanos cuyos casos han cobrado relevancia: Alejandro Ordaz Moreno y Lucía Morett Álvarez.
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El primero ha vivido un terrible calvario en Sevilla, España. Fue sentenciado a ocho años de prisión por haber atentado contra la vida de dos policías encubiertos que lo confundieron con un delincuente. El ocho de marzo de 2008, tras regresar de una fiesta, Alejandro se topó con dos sujetos que lo amagaron, él se defendió pensando que querían secuestrarlo y debido a los golpes que les propinó fue acusado de homicidio en grado de tentativa. Alejandro cursaba el doctorado en Energías Renovables en la Universidad de Sevilla, gracias a una beca del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) de México. Estudiante modelo, Alejandro esperaba regresar para casarse con su novia. Hoy, duerme en un presidio sevillano. El gobierno mexicano ha apoyado al joven, según se dice, por medio de la embajada en España. A últimas fechas, la madre de Alejandro Moreno Ordaz ha exigido que sea el propio presidente Felipe Calderón quien solicite a José Luis Rodríguez Zapatero que el estudiante cumpla su condena en México, pues si Nicolás Sarkozy lo hizo por una secuestradora (Florence Cassez), ¿por qué no hacerlo con un mexicano estudiante y becario del Conacyt? Por desgracia estamos ante un caso que involucra una alta dosis de racismo.
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Lucía Morett Álvarez es la versión femenina del hijo pródigo. Luego de un periplo misterioso que la llevó de un “congreso bolivariano” en Quito hasta un claro en la selva amazónica que pertenece a Ecuador, donde departió sanamente con Raúl Reyes, número dos de las brutales Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Estudiante de la carrera de Literatura Dramática y Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, la Morett pretendió terminar su tesis, que aborda el tema del teatro guerrillero, con un gran cerrojazo: analizar las actividades “culturales” que las FARC realizan en los territorios que mantienen ocupados. Su fama le ha permitido, además de contar con el apoyo de la desubicada y descuidada izquierda mexicana, participar como candidata plurinominal por el Partido del Trabajo (PT). No se sabe si Lucía era estudiante de puros dieces, como lo era Alejandro Echavarría, alias “el Mosh” (quien lo logró gracias a que sólo inscribía una materia al semestre), pero preocupa que debido a los acontecimientos no se ha titulado, negándonos la posibilidad de leer su tesis. Habrá que esperar que, ya sin tanto ajetreo, haga la maestría y el doctorado.
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Alejandro Moreno está en la cárcel porque fue a estudiar a Sevilla. Lucía Morett está viva y libre luego de “visitar” un campamento de las FARC. A ella la ha apoyado la “izquierda”, a él, nadie, salvo su familia. Dos estudiantes mexicanos de vidas trágicas, como su país.
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Imágenes tomadas de:
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