lunes, agosto 03, 2009

Decapitados, amputados y lisiados.

Los famosos jíbaros del Brasil reducen las cabezas de sus víctimas —donde además encierran su espíritu—, para evitar que el muerto regrese del más allá para vengarse. Los galos, antiguo pueblo europeo, tras cortar la cabeza de su enemigo, la ataban a su caballo para exhibirla. Luego, ya en la comodidad del hogar, la embalsamaban con aceite de cedro y la metían en una caja, para ser mostrada a las visitas, como quien muestra el álbum de familia o los diplomas de sus hijos.
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..........Hace algunos días el periódico Milenio informó sobre la peculiar devolución que el gobierno de Holanda hizo a los descendientes del rey Badu Bonsu II, quien vivió en Costa de Oro, hoy Ghana, colonia holandesa rica en esclavos (http://www.milenio.com/node/255395). Un escritor que hurgaba por los rincones del Centro Médico de la Universidad de Leyden, Arthur Japin, encontró un frasco lleno de formol con la cabeza de Badu Bonsu II. Ante tal descubrimiento, Holanda anunció que devolvería la cabeza a sus descendientes de la tribu Ahanta. Badu Bonsu II fue decapitado por la muerte de un par de emisarios holandeses a quienes también les cortaron la cabeza, y cuyos cráneos sirvieron como adornos en el trono del rey. La cabeza llegó a Holanda en 1838 y fue objeto de investigaciones frenológicas. Cuando se cansaron de estudiarla la guardaron y fue olvidada hasta su descubrimiento. ¿Qué provoca en el ser humano la fascinación por conservar y atesorar partes o pertenencias del rival? También hay un sentido de adoración por las reliquias. Ya sean astillas de la cruz de Cristo, o cabellos de alguna dudosa virgen, la veneración que se tiene al muñón de ciertos personajes provoca asombro, risa e incredulidad.
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..........Santa Anna, durante la defensa del puerto de Veracruz perdió la pierna izquierda en nombre de la patria, en 1838, en el mismo año en que Badu Bonsu II perdió su cabeza en beneficio de la ciencia. A la pierna de su “Alteza Serenísima” (o el “Quince uñas”) se le ofreció una misa de “pierna presente” en la iglesia de La Profesa, en la ciudad de México, a donde llegó el 7 de febrero de 1839, y posteriormente fue enterrada con todo los honores en el cementerio de Santa Paula. El reposo de la pierna no fue eterno: el 6 de diciembre de 1844 una turba de rufianes desenterró el muñón para cobrarle tantas transas al general Santa Anna. La pierna, o lo que quedaba de ella, fue arrastrado por las calles hasta quedar deshecha. Según la versión de Enrique Serna en “El seductor de la patria”, la pierna terminó en un basurero. Jamás fue encontrada.
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Distinta suerte corrió el muñón de Álvaro Obregón. El célebre general que derrotó a la recia División del Norte de Francisco Villa (otro célebre decapitado), perdió la mano derecha por la explosión de una granada. De haber habido mejores condiciones higiénicas no habría sido necesaria su amputación dentro de un improvisado quirófano en un vagón médico. El doctor Osornio, responsable de la amputación conservó la mano en un frasco de formol, como la cabeza de Badu Bonsu II. Posteriormente, en uno de esos actos eminentemente mexicanos, se ideó levantar un monumento en el Parque de La Bombilla, donde, mientras Obregón departía con un grupo de diputados guanajuatenses, León Toral le vació la pistola mientras el general admiraba el retrato que el mismo asesino había dibujado. El enorme monumento, aún en pie, conservó durante muchos años la mano del general Obregón, para goce y admiración de los capitalinos. A pesar del formol, la acción del tiempo dejó en malas condiciones el pedazo de carne. Era una macabra demostración de que en el México revolucionario, las reliquias de quienes ofrendaron su vida por la nación merecían sus templos laicos para la adoración oficial. Sin embargo la santa mano de Obregón fue incinerada en 1989 por órdenes de Carlos Salinas de Gortari, quizá el último enterrador de los llamados gobiernos emanados de la revolución.
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..........Decapitados, amputados y lisiados: a pesar del horror que puedan causarnos cabezas, pies, manos, rodillas u orejas cercenadas de ciertos personajes históricos, encontramos en los los motivos de tal suerte y en la desventura de su paradero historias dignas de relatar. Valdrá la pena comentar después la suerte del paradero de la cabeza de de Villa, o la momia de fray Servando.
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