sábado, agosto 01, 2009

Vacaciones de terror.

Esta semana que está por terminar salí de vacaciones. Pude hacerlo desde la anterior y sumar quince días de descanso, pero en mi trabajo los cambios repentinos en la dirección general sugerían que era mejor no apartarse mucho del asiento. Después de algunos despidos las cosas se calmaron, pero la incertidumbre se respira en el ambiente. Además de pasar algunas horas en la Biblioteca Lerdo de Tejada investigando ciertos datos en diarios de 1927 y 1930 para escribir unas crónicas, las reparaciones en el hogar, pospuestas por pretextos banales o justificados, se vuelven improrrogables. Dos repisas en la cocina de Aylén, tomar medidas para poner los entrepaños debajo del fregadero, colocar una persiana. En mi departamento las reparaciones son más serias.

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..........Desde mi llegada en octubre de 2008 al edificio Ermita han venido ocurriendo sucesos curiosos e inesperados, como el defecto de la duela. Una de las condiciones para mudarme aquí fue que me entregarían el departamento con duela nueva y así fue, aunque costó trabajo, ya que los administradores se negaron en un principio a respetar el acuerdo. En su opinión, la duela que tenía el departamento estaba en buenas condiciones, lo cual, obviamente, era falso. La duela nueva fue colocada en cuatro días, si mal no recuerdo, y me mudé. Los problemas no tardaron en presentarse. Al regresar de un largo viaje de trabajo a finales de noviembre, aparecieron en el baño dos hoyos con sendas varillas roscadas que el vecino de junto seguramente quiso desaparecer y que surgieron en la pared de mi baño. El vecino negó los hechos y siguió tan campechano. A pesar de mis peticiones, los hoyos no han sido tapados.

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..........La flamante duela comenzó a abrirse a los dos meses de mi llegada, al grado que varios segmentos se separaron tanto que podía verse la “cama de aire” que permite que la duela “respire” y no se pudra. El dictamen preliminar arrojó que la duela fue colocada húmeda y al paso del tiempo, conforme se fue secando, se encogió hasta separarse. El proyecto de reparación era sencillo: había que levantar todo la superficie y después volverla a colocar, pieza por pieza, clavarla convenientemente, “retapar” las imperfecciones, pulirla y darle varias manos de barniz. Tras varios meses de insistencia, el día de hoy comenzaron los trabajos para repararla. “En tres días, a lo mucho cuatro, ya queda lista”, me dijo el arquitecto Miguel Ángel. A las ocho de la mañana, tras pasar una noche francamente mala (ya les contaré por qué), inicié la penosa labor de mudar todas mis pertenecías a un departamento vacío, el 501, donde todo ha quedado arrumbado y en desorden. Aarón, un trabajador confianzudo que me dice “canijo”, empezó a desmontar las duelas a partir de la entrada del departamento.

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..........A eso de las tres de la tarde, fui a ver cómo iba. La vista era desoladora: junto con la duela hubo que retirar segmentos del zoclo que protege la pared. En algunos sectores, la pintura se ha descarapelado. Pero eso es lo de menos: Aarón me recibe con una mala noticia: las personas que pusieron la duela, abrumadas por el tiempo de entrega, utilizaron una pistola de clavos y con silicón pegaron las duelas entre sí. Craso error: la delgadez de los clavos (del grosor y maleabilidad de un alambre) no pudieron soportar el encogimiento de la madera y debido al pegamento, al momento de separar las duelas, se rompe la “machimbra”, es decir la unión entre las duelas que se denomina “macho” y “hembra”, pues una penetra y la otra se deja. “Esta duela no sirve”, me dice Aarón. “Hay que hablar a la Fundación para que autoricen comprar duela nueva”. Lo dudo. Mi teoría se comprueba minutos después, cuando hablo con el arquitecto Miguel Ángel, responsable del trabajo. “La nueva duela costaría quince mil pesos y el patronato no lo va a autorizar. Lo único que podemos hacer es ‘lasquear’ la duela”. “Lasquear” quiere decir utilizar delgadas tiras de madera y resistol blanco para rellenar las separaciones. Luego, con una garlopa se desbastan hasta emparejarlas. Cuando Aarón termine de rellenar las separaciones, pulirá toda la superficie y aplicará sellador y barniz. Como quiera que sea el futuro no es promisorio, pues según Aarón y el arquitecto Miguel Ángel, la duela durará intacta unos seis meses, antes de que se boten las lascas nuevamente. Su sinceridad me abruma. Aunque se repare nunca quedará bien. Si lo miro desde la perspectiva del club de los optimistas, se puede aprovechar para limpiar los rincones más inexpugnables, y lo que sea, los primero “lasqueados” que ha realizado Aarón se ven bien, dan la pala.

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..........La mala noche que comenté más arriba es una historia digna de una película de espantos al estilo de “Vacaciones de terror”, película de 1998 donde compartieron créditos Pedro Fernández y Julio Alemán (en la segunda parte salió Tatiana). Para quien no lo sepa Aylén se mudó al Ermita hace menos de un mes y vive en el sexto piso, arriba de mi departamento. Desde hace unos quince días, hemos pasado algunas noches en este nuevo departamento. Yo tengo el sueño muy ligero (quizá deba asistir a alguna terapia para el sueño) y algunos ruidos, por mínimos que sean me despiertan. Decía que desde hace unos quince días viene produciéndose un ruidito molesto que me despierta. Ayer fue el colmo. El sonido es igual al que se produce cuando se teclea en una laptop, y ocurre en intervalos no mayores de diez o quince minutos. Me desperté a eso de las dos de la mañana y el sonido se repetía una y otra vez. Aylén tiene el sueño más profundo y no lo había sentido hasta ayer, cuando cometí el error de revelarle mi teoría: una rata se había metido a su departamento y el sonido era producto de sus patitas sobre la duela. Encendí la lámpara y revolví algunas cosas que guarda debajo de la cama, seguro de que el roedor saldría de su escondite. Nada. Como no podría dormir, bajé a mi departamento. Por desgracia el sueño se me espanta rápido. Encendí la televisión, leí un libro y a eso de las tres, un poco somnoliento apagué todo y me dormí. Quizá transcurrieron quince minutos cuando escuché que la puerta se abrió. Asustado, divisé la figura de Aylén que se acercaba a mi cama: estaba aterrorizada. “La rata esté debajo de la duela”. Se acostó a mi lado y le dije que se durmiera. A ambos nos costó trabajo.

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..........El despertador sonó a las 8 de la mañana e inicié la mudanza al departamento 501. Aylén, por su parte, tomó la decisión de llamar a la Fundación para pedir cambio de departamento. “Estás loca”, le dije. “Para empezar ya no hay departamentos libres y no es tan sencillo”. Me arrepentí de haberle dicho lo del ratón. Le sugerí que llamara a Control de plagas. Así lo hizo y le comentaron que era necesario levantar una parte de la duela para tirar el veneno y esperar a que el mal olor revelara la muerte de la rata. Lo afanoso sería sacarla después, pues habría que levantar toda la duela para buscar el cadáver. El contratista, jefe de Aarón, dudó de la conclusión: “He levantado más de diez duelas en todo el Ermita y no hemos encontrado jamás ningún bicho. Los departamentos no están conectados por abajo. ¿Cómo pudo meterse?”. Creo que tiene razón. Más tarde yo mismo habló a control de plagas. Habló con el dueño de la empresa. “¿Vive en un sexto piso? Dudo que sea un roedor. El ruido que me dice no es de una rata, ni de termitas. En los veinte años que llevo en el negocio puedo asegurarle que no es nada de eso”. Aylén no lo cree. Está convencida de la rata. Le dije: “Pídele a la vecina su perro. Si hay algo seguro lo identifica”. Así lo hizo. Un schnauzer hembra que responde al nombre de “Blue”. Nada. Y luego fue por una gata que resultó miedosa. Nada. Mi última carta fue tocarle al vecino de junto. Le describí el ruido: “Suena como el teclado de una laptop”. “Sí, yo también lo he escuchado. Suena en la pared que divide los departamentos, pero prefiero no averiguar que lo causa”.

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..........Las teorías al respecto crecen. Todas son absurdas. ¿Ratones? No lo creo. La duela no tiene hoyos. ¿Podría vivir un animal más de quince días atrapado dentro de la cama de aire de la duela? ¿Será que un animal se quedó atrapado dentro de la pared? Tampoco. ¿Un tesoro oculto en la pared? Habría que hacer un hoyo, pero no estoy dispuesto a pagar por eso. Hasta el miércoles podré volver a mi departamento. Mientras dormiré con Aylén, esperando que el ruido desaparezca. Hace rato compramos en Sanborn’s tapones para los oídos. A ver si eso nos ayuda a dormir.

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Imagen tomada de:

https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjqBqDaoT_aqzX4gA0NJKGIm1lIJ-fQxjnen3vO4_EXUHkprKZg4yr1SFUoQri_r_o76vx-tLdeX7RglxCLzA-C-aGZiKb2zuzTWs6UhbqagsYUsWINv2z726C7xT4YTch5EFbj/s1600-h/55-2444.jpg

1 comentario:

brenda ríos dijo...

ya en este ánimo yo recomiendo ampliamente la lectura reconfortante de "La señorita Julia" de Amparo Dávila...