miércoles, marzo 10, 2010

Hermano mayor del Papa golpeaba niños.

Debido al precepto cristiano de “Poner la otra mejilla”, el padre Georg Ratzinger (1923) confesó que cuando se desesperaba al no conseguir que los chiquillos de su coro de Ratisbona sonaran como castrati, repartía unos cuantos bofetones a los más inútiles y mezquinos, aunque aclaró, y que bueno que lo hizo, que no se los cogió: jamás escuchó rumor alguno o suspiro jadeante en la sacristía o detrás del santísimo, cuando daba tiempo de descanso a los jóvenes. “Es raro eso de las violaciones de niños. Jamás supe de tal cosa. Habrá sido porque mientras los escarmentaba me concentraba demasiado”, dijo.

El padre Ratzinger se une a la lista de hermanos incómodos del mundo, siendo relevante la noticia puesto que este abuelito, que observándolo bien en la foto hasta podría pasar por un viejecito dulce y afable, es hermano del vicario de Cristo, del representante del señor de los cielos, del pescador de hombres (ya vimos que no tan hombres: “Dejad que los niños se acerquen a mí"), de aquel que nos habrá de recibir entre guirnaldas y terciopelos el día que entreguemos el equipo. En realidad la noticia no es tal: estamos ante una banda peligrosa que durante siglos ha encubierto y ejecutado crímenes, ha patrocinado guerras, torturas, invasiones y genocidios. Su maldad y ambición no ha conocido límites. Desde esa perspectiva, las abominables violaciones de centenares de niños a manos de curas católicos es una raya más a la extensa piel del tigre. Si el hermano mayor golpeaba niños, ¿qué no habría de hacer el menor, que llegó más lejos, hasta la cúspide del escalafón cristiano?

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.Imagen tomada de: http://www.fluvium.org/imagenes/B16yHerm2.jpg

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