jueves, marzo 11, 2010

Del mal gusto literario.

YA ENTRADOS EN esto de “hacer literatura”, hay algo que me parece de mal gusto. Ciertos autores, a la hora de publicar su última novela o algún sesudo libro de ensayos, aprovechan los espacios de las solapas para hacer del dominio público su biografía, situación relevante para los investigadores o los críticos quienes habrán de situar la obra dentro del contexto histórico social y político en que vio la luz (si acaso se ocupan de ella). El pecado consiste en ocupar las solapas para que el lector se entere de chismes de farándula o datos banales que lo único que muestran es el tamaño del ego del autor. ¿Es importante saber que el novelista/ensayista/investigador fue catador de vinos en Argel, domador de fieras salvajes en el Bolsón de Mapimí y traga-fuegos en un crucero de Tula, Hidalgo? Detrás de este manto que busca ante todo cierta legitimación social o el fácil aplauso para quien supuestamente viene de muy abajo, o que le ha chingado largo rato para pertenecer al establishment cultural, existe una mácula de mal gusto, como el cochambre que se desprende cuando se fríen quesadillas en un cazo rebosante de grasa.
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¿Aporta algo al valor del libro publicado saber que el autor se desempeñó como ruletero en la ruta Xotepingo-Arenales, o que durante su malogrado viaje por Europa del Este durmió entre sábanas malolientes? Nada de lo anterior es relevante, como tampoco lo es que Juan Rulfo haya sido burócrata o empleado de la llantera Euskadi, o que Borges fuera comisionado para ser inspector de aves de corral en los mercados públicos de Argentina.
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Un libro no puede calificarse a partir del diseño de la portada o por la información contenida en las solapas, pero en aquellos casos donde el autor enaltece su ficha biográfica haciendo alharaca de su falsa pertenencia a algún sector social —y mediante ese bajo recurso convencer o enternecer al potencial comprador—, o enumera sus oficios como si leyéramos un currículum vitae para contratarlo, lo mejor es detenerse y salir cuanto antes de la mesa de novedades. En los libreros de más adentro, donde se empolvan los clásicos y otras raras figuras literarias, seguramente el lector encontrará autores que no vociferan palabrería barata e insulsa como payasos callejeros, en un intento desesperado para que el respetable les arroje unas cuantas monedas.
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Imagen tomada de: http://gregtork.files.wordpress.com/2009/01/partes-de-un-libro-1.jpg

3 comentarios:

costa sin mar dijo...

bien!!

me hizo pensar

Isra Sanmiguel dijo...

¿Y que hay de "Piscis, exprofesor universitario (y todo por no tenr maestría)"?

Victor Masherot dijo...

Pero también tienes que reconcoer que la solapa con semblanza le cae de perlas para el lector que quiere saber más del lector y visceversa. Desconozco si tu último libro tiene tu semblanza, suponiendo que no, deberías de pensar en ponerla en el próximo. Tal vez así, y con el link a tu blog(que en mi opinión es muy bueno), puedas tener menos entradas con cero comentarios. En mi opinión, lo mejor que puede hacer un escritor ahora es ser cercano a sus lectores. Con el internet no hay excusas para no serlo. Saludos!