miércoles, enero 13, 2010

El arte del cabeceo.

HACE YA ALGUNOS años, comentando los empleos que nos gustaría tener, el gran Federico Vite afirmaba que sería de su agrado trabajar en una revista como Óoorale para escribir la nota de primera plana. Y es que cuando uno lee una cabeza resaltada en negritas como “Lin May mascaba chicle con el pedorro”, se percibe el ambiente festivo que reina en una redacción libertina como la de ese “semanario” y dan ganas de echar a volar la imaginación para ganarse unos pesos.
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Sin lugar a dudas, el mítico semanario Alarma hizo escuela en el arte del cabeceo. El célebre Violóla, Matóla y Encostalóla ejercita la economía y el “minimalismo” del lenguaje, demostrando que un verbo bien conjugado es capaz de resumir una muerte violenta.
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La frivolidad del mundillo del espectáculo ofrece grandes posibilidades para ejercer el arte del cabeceo, gracias a los excesos en que incurre el medio. Las operaciones que agrandan senos y glúteos o que afilan quijadas o pómulos pueden compararse con un delicioso dulce al que hay que brindarle un envoltorio atractivo. A la muerte de la modela argentina Solange Magnano, por ejemplo, quien falleció debido a que le inyectaron en los glúteos una sustancia que se usa para fabricar cajas para discos compactos (razón por la cual Ale Guzmán estuvo al borde de la muerte), El Universal Gráfico sentenció, sin miramientos: “Pompas fúnebres”. La muerte de Michael Jackson también propició esfuerzos editoriales que impactaron las primeras planas: El Universal gráfico destacó las piernas y zapatos de charol del “Rey del pop”, seguido de dos palabras lapidarias: “Ya bailó”.
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Hace un año, quizá un 7 de enero, día en que debía regresar a mi trabajo después de las vacaciones decembrinas, fui testigo de uno de los grandes cabeceos que un periódico mexicano ha mostrado: de nueva cuenta El Universal gráfico destacó la muerte de un mariachi de Garibaldi, quien murió acribillado por causas que desconozco. La foto cubría prácticamente toda la portada; el mariachi yacía inerte sobre la banqueta, con una manta que cubría su rostro y el tronco. Sobresalían sus piernas, enfundadas en el traje típico, y rematadas por unos botines, creo, de color café. Debajo de la foto, dos palabras de color amarillo, de sólo tres letras cada una, resumían la vida, obra y muerte del asesinado, haciendo alusión a las notas musicales con que finalizan la gran mayoría de las canciones rancheras: “Tan Tan”.
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Valdrá la pena llevar a cabo un investigación que aborde el tema de las nombres de las tiendas, cantinas y pulquerías de México, chuscas y festivas la mayoría (“Paso redoblado”, “El gran infierno”, etc.), así como de las imágenes que se pintan en las cortinas metálicas para atraer a la clientela, pues guardan una estrecha relación con el cabeceo de los periódicos y las fotografías que los complementan. En ambos casos son referentes de la “alegría funesta” de nuestra sociedad.
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Imagen tomada de: http://www.manchate.org/blog/wp-content/uploads/2009/06/elgrafico.jpg

2 comentarios:

Daniela Bojórquez Vértiz dijo...

George, puedes incluir en tu lista de cabezas (adjetivo aquí) la que sacó el Metro a la mañana siguiente del incendio en una gasolinera: ¡GASOMADRE!

Anónimo dijo...

en algún lugar de la ciudad de puebla, decía la pared superior de un local "cemitas de cabez, el empujoncito" jajaja me lo recordó este post!!