jueves, agosto 13, 2009

Breve cronología de un triunfo casi inesperado.

18:40 Salgo del trabajo. Camino sobre Reforma. Ninguno de los nuevos autobuses se detiene. El bloqueo en el Ángel los ha puesto fuera de servicio.
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18:50 Camino hacia Balderas. Tomaré un taxi que siga derecho hasta avenida Chapultepec y de ahí hasta mi casa.
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19:00 A bordo del taxi, casi en la esquina de Juárez y Balderas. A la altura de la Glorieta de Insurgentes, el tráfico se vuelve más pesado, seguramente por la afluencia de personas hacia el Ángel. Suenan los cláxones, algunos coches enarbolan con orgullo el lábaro patrio. Los pasajeros sonríen, gesticulan, reviviendo, seguramente, el momento de los goles de México.
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19:10 Dentro del paso desnivel de avenida Chapultepec siento envidia por mis compatriotas que festejan el triunfo de la Selección. A diferencia de ellos, yo no podría asomarme a la calle portando “la verde”. Vi el partido y lo disfruté. Me dio gusto el triunfo. Pero nada más. A veces quisiera ser como ellos: buenos para el desmadre, salirme del trabajo antes de la hora, chupar en vía pública y luego agredir turistas güeros, que si son holandeses o alemanes, igual merecen pagar los platos rotos. Pero no. Soy empleado responsable, que casi nunca falta, ni le falta el respeto a sus mayores o superiores.
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19:25 Ya se ve la luz al final del túnel. La gritería se escucha más adelante. Un cordón de granaderos ha cerrado el paso en la calle de Florencia. Debiendo cuidar a la ciudadanía protegen la integridad marmórea del Ángel.
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19:40 En mi casa, una hora después, agradezco haber llegado con bien y no bañado con espuma. Ganó México con gol de Miguel Sabah, un delantero que casi siempre falla en el momento importante. No sé cuánta gente sigue reunida en el Ángel. ¿Les interesará saber que el próximo año será peor que este y que hay un boquete financiero que motivará recortes en programas sociales? Raza extraña que somos. Podemos llorar frente a una televisor viendo el final de una telenovela o podemos reír hasta orinarnos escuchando albures baratos, pero rara vez nos indignaremos al grado de salir a protestar al Ángel para exigir que ya las cosas mejoren. La tarde está bonita. Sigue sin llover.

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Con el triunfo de México sobre Estados Unidos este pueblo sufrido recibe una buena noticia. Ojalá que mañana o pasado, Calderón anuncié que el boquete financiero de más de trescientos mil millones de pesos ha sido conjurado gracias a los buenos oficios de Carstens y Guillermo Ortiz; que llueva de tal forma que todas las presas de México se llenen (sin que lleguen a reventarse, claro); que Marcelo Ebrard nos dé la estupenda notica de la inauguración de un eficiente sistema de recolección y reciclaje de agua que salve para siempre al ombligo de la luna (¡Alberto Kalach, ponte las pilas, ahora es cuando debes insistir con el proyecto “Vuelta a la ciudad lacustre!); que el Congreso norteamericano aprueba una reforma migratoria integral; que Pemex produzca más petróleo y pueda deshacerse de las terribles garrapatas sindicaleras que le chupan la sangre.
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Soñar no cuesta nada (por ahora, quién sabe el próximo año).
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