viernes, junio 19, 2009

Días de otoño revisited


Para quienes no hayan visto esta gran película mexicana de 1962, estelarizada por Pina Pellicer, —actriz mexicana que se suicidó por razones desconocidas y cuya memoria ha caído en el olvido—, e Ignacio López Tarso, la historia es la siguiente: Luisa (Pellicer) es una chica pueblerina que llega a la ciudad y es contratada en una pastelería que administra don Albino (López Tarso). Al advertir el interés que despierta en éste último, Luisa revela de buenas a primeras que está a punto de casarse con Carlos, un chofer que trabaja en una casa rica. Lo curioso es que hasta ese momento nos enteramos que el corazón de Luisa tiene dueño. Don Albino, un viudo joven con hijos, no tiene más remedio que aceptar las cosas y seguir contemplando todos los días a Luisa, quien desde ese momento inicia una carrera onírica imparable: luego de ser dejada vestida y alborotada en el altar (Carlos en realidad está casado y Luisa fue su detalle), no puede permitirse ser el hazmerreír de sus conocidos ni aceptar su cruel destino.

Entonces inventa que se ha casado con Carlos, se retrata vestida de novia, paga un fotomontaje para aparecer feliz junto a su marido y desaparece por unos días bajo el pretexto de la luna de miel en Veracruz. Tiempo después, cada vez que sus compañeras de la pastelería le preguntan por Carlos, ella les responde que ha salido de viaje con sus patrones. A tal grado llegan sus cuentos que se "embaraza" colocándose cojines en el vientre. Cuando llega la hora del nacimiento, Luisa se marcha a Monterrey para tener al niño. Un buen día regresa al trabajo, sus compañeras desean conocer al retoño, pero Luisa se las arregla para que esto nunca ocurra.

En una escena memorable, Luisa le pide a un caricaturista callejero que le dibuje a su “hijo”, basándose en otros modelos o retratos que cuelgan de un hilacho. Con el retrato a carboncillo, Luisa se lo muestra a sus compañeras, quienes admiran la simpatía del niño y le preguntan cuándo habrán de conocerlo por fin, pero ella contesta que su marido se lo ha llevado a Monterrey, con sus abuelos. Al final, Luisa, quien ya no distingue la realidad de la fantasía, "mata" a Carlos por tenerla “tan abandonada” (arroja el retrato de bodas apócrifo al suelo), y como ya no puede seguir sosteniendo el tinglado, luego de ser encarada por don Albino quien descubre que miente respecto a algunas situaciones (detalle ambiguo en la película), decide dejarse de cuentos y afrontar la realidad. Esa noche, tras reunir la ropa y los juguetes de su "hijo" dentro de un moisés, Luisa los deposita en la entrada de una casa cuna. Mientras se aleja en la oscuridad, sonriendo, piensa: “No acabará la esperanza”.

La película está basada en un cuento de Bruno Traven titulado "Frustration", dirigida por Roberto Gavaldón, quien también filmó Macario (1959), otra historia de Traven, estelariza por la dupla Pellicer-López Tarso.

Esta grosera sinopsis cinematográfica, escrita casi de memoria pues la película no se encuentra a la venta (quizá los piratas la atesoren, pero prefiero no preguntarles), y hace mucho que no la pasan en De película, viene a cuento por el rapto de un bebé del hospital General de la Ciudad de México. El desenlace, por fortuna, le da brillo a la policía capitalina por unos días, hace feliz a la madre de la niña y a la sociedad en general, que se escandaliza con este tipo de delitos.

Las investigaciones revelan que los raptores, Eleonor Marín, empleada del mismo hospital, y su marido, Arturo Calderón, ante la imposibilidad de tener hijos inventaron a sus familiares que ella estaba embarazada y que daría a luz a mediados de julio. La pista que llevó a su captura fue un teléfono celular olvidado por la raptora en el Hospital General, y en el que fue hallado un video donde la seudo-madre aparece recostada sobre una cama y muestra la panza siguiendo las instrucciones de su marido, quien dice que el video lo está tomando para mostrárselo al bebé cuando crezca y darle certeza de que estuvo en el vientre de Eleonor.

La película de Gavaldón muestra a una Isabel a quien la soledad, el abandono y el engaño de un hombre, la orillan a montar una mascarada patética que termina devorándola. La vida real siempre es más cruda e incluso podríamos afirmar que se nutre de la ficción. ¿Qué hace que una pareja, ante la imposibilidad de la concepción, invente un embarazo y planee robar un bebé? Para darle mayor realismo al seudo-embarazo, Eleonor Marín se dejó engordar, y había acondicionado una recámara para su hijo. ¿Locura o crimen? De haber actuado sola podría deducirse algún padecimiento mental derivado de la infertilidad y del deseo enfermizo de concebir, pero al hacerlo en complicidad con su marido la cosa cambia. ¿Se trata de dos personas que enloquecieron por ser infértiles? ¿El deseo de una persona puede ser tan fuerte y volverse una patología contagiosa que envuelve al otro? Del caso aún faltan cosas por esclarecer, como el resto del plan de los plagiarios, quienes se habían refugiado en un hotel de paso de la avenida Zaragoza. ¿En qué hospital se atendería Eleonora para tener al “niño”? ¿Viajarían a Monterrey como en Días de otoño? ¿Falsificarían documentos para mostrarlos a sus familiares como prueba contundente de su paternidad?

Las noticias en los medios no ahondarán más en el caso de Eleonor y Arturo para conocer su condición sicológica o los mecanismo internos que los hicieron actuar así. Más tarde o más temprano algún otro delito o matazón nos hará olvidar que el crimen que los unió para tener un hijo, los separará cuando sean llevados a cárceles distintas.

p.d.
Para los curiosos, Días de otoño puede verse completa en youtube: http://www.youtube.com/watch?v=s-jotE4Vvik&NR=1

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