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Sabemos de la corrupción sistémica de la clase gobernante y de las rémoras y parásitos que a su sombra y cobijo han crecido hasta casi devorar el árbol. Sabemos de primera fuente sobre asaltos, secuestros, extorsiones. Ante nuestros ojos se comenten arbitrariedades, abusos. La transa es moneda de cambio aceptada como si de travelers checks se tratara. La pobreza ha aumentado. Igual el desempleo. Las crisis no se han ido. Los precios aumentan. Bajan las temperaturas. Nos vamos quedando sin agua. El panorama no podía ser más desolador. Cuando se da a conocer que según el sociólogo holandés Ruut Veenhoven y su World Database of Hapiness México es el séptimo país más feliz de la tierra, algo sacude mi interior. Costa Rica es el primer lugar, seguido de Dinamarca, Islandia, Suiza, Canadá, Noruega, Finlandia, Suecia, Panamá, Luxemburgo y Colombia. Del listado anterior confieso que no conozco ninguno de esos países, por lo que me abstendré de emitir juicios sobre ellos. En lo concerniente a México ¿en realidad somos felices? ¿Podemos pensar que en este país, a pesar de las duras condiciones de sobrevivencia en que vive un alto porcentaje de la población, las tropelías del narcotráfico y de la autoridad, el grueso de las personas se considera feliz? En las películas de Pepe el Toro, él y su palomilla son dichosos porque están juntos a pesar de que han sido despojados de todas sus pertenencias en la víspera de Navidad. El cliché cinematográfico fue y es válido en ese universo melodramático pero es inaceptable para la realidad nacional. La única explicación que encuentro es que ya desde hace varios años hemos hecho del cinismo la nueva religión oficial.
.Hay que tener cuidado con lo que se dice o escribe, pues en una de esas, las sentencias que se exclaman sin ton ni son, pueden configurar peligrosamente el rumbo de un hombre o de una nación. ¡Pinche país!
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Imagen tomada de: http://www.economia.com.mx/gif/jolopo5.jpg
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