
Aunque es medio enjuto y su físico no es el de un Adonis, Cuauhtémoc Blanco posee las aptitudes necesarias de los cracks, que consisten en una picardía a prueba de esquemas y en la cuestionable manufactura de trampas y marrullerías en detrimento del rival. Comparte con los ídolos del boxeo mexicano, el origen pobre de su cuna, aunque se desmarca de ellos porque no se sabe de francachelas escandalosas o de antología. Oriundo del barrio bravo de Tepito, el Témoc, se fue forjando primero en la calle y después en los llanos, donde fue descubierto y enviado al América. Su nivel futbolístico fue mejorando lo mismo que sus gustos por el sexo opuesto, pues desde el divorcio de su primera esposa, jamás se le ha relacionado sentimentalmente con una mujer fea.
De nueva cuenta, el sábado pasado, además de volver a erigirse como el jugador que marca el ritmo del partido y por cuyos pies circulan todos los balones que podrían terminar en el fondo de las redes, anotó el segundo gol que aseguró la victoria y el pase al Mundial de Sudáfrica, frente al modesto equipo de El Salvador. Jugó lesionado, por lo que, minutos después, salió del campo, recibiendo una ovación digna de una estrella de rock. A pesar de sus desaires a la prensa, de las groserías protagonizadas en el terreno de juego y de la monumental bronca que originó durante el encuentro de la Copa Libertadores entre el Sao Caetano de Brasil y el América en 2004, quedó claro que número 10 de la selección nacional es el alma y motor del equipo. Esa tarde se vendieron playeras con la imagen del ídolo de Tepito vestido como santo: el respetable ha decidido canonizar a uno de los últimos héroes nacionales de esta patria abandonada.
Con Cuauhtémoc ocurre algo similar que con Ana Guevara: no se vislumbra a sus espaldas un personaje de su talento. Sembrado como una especia exótica en un país ávido de ídolos y vistorias, Blanco podrá presumir cuando por fin le llegue la hora de abandonar los campos de futbol, de haber vendido más playeras que David Beckham en la liga profesional de Estados Unidos.
Hay algo de encantador en los personajes que además de poseer alguna característica que los hace especiales, destacan por geniudos, arrogantes o irreverentes. ¿La popularidad del Témoc sería la misma si poseyera un físico de ensueño, un rostro de actor de cine o los modales de un refinado conde? Me atrevo a pensar que no, porque con su limitada belleza física se convertiría en un modelo inalcanzable para las masas. La aspiración del “querer ser como el héroe” no consiste tanto en sus dotes inalcanzables, sino en las similitudes de pensamiento, palabra y acción. La ventaja de los defectos físicos es que están al alcance de todos.
Con la mira puesta en Sudáfrica, Cuauhtémoc Blanco no llegará como el jugador más veterano a un mundial (el puesto es del camerunés Roger Milla, 42 años, en Estado Unidos 1990), pero sí como el único jugador mexicano que puede conseguir el inalcanzable, difícil, traumático paso hacia el anhelado quinto partido.
Imagen tomada de: http://www.eluniversal.com.mx/notas/632399.html
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