viernes, febrero 12, 2010

Costumbres mexicanas (algunas)

CUANDO SE VA el agua, dejar abiertas todas las llaves posibles para que cuando regrese, el desperdicio de centenares de litros alerte de la reanudación del suministro. Aplica también para los casos de fallas eléctricas.
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En los andenes del metro, quizá debido a un fenómeno físico que involucra la aceleración y desaceleración de los cuerpos, a la gente se le olvida leer. Al llegar el siguiente convoy los que quieren entrar se agolpan en las puertas impidiendo que los de adentro circulen libremente hacia afuera. Encima de cada puerta de los vagones se lee “Antes de entrar permita salir”.
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La mejor manera de localizar una fuga de gas es prender un cerillo y deslizarlo a lo largo de la tubería hasta que surja el flamazo.
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¿Que el socket no tiene luz? Introduzca dos dedos hasta la placa dorada y aguarde la descarga.
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La mejor manera de celebrar la navidad es tronar “cuetes” y quemar llantas. El Año Nuevo también. El 15 y 16 de septiembre también.
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Llegar a la oficina, firmar la entrada y salir a desayunar.
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En estado de ebriedad, ofrecerse a pagar la cuenta de la cantina.
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En estado de ebriedad, llorar.
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Hablar con conocimiento de causa de cosas que se desconocen absolutamente.
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Culpar de todo al gobierno (que bien merecido se lo tiene).
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Culpar de todo a los gringos (que bien merecido se lo tiene).
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Englobar cualquier fraude, crimen, riqueza inexplicable o “influyentismo” bajo el manto del narcotráfico.
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Asistir a la iglesia únicamente para comprar gorditas de la Villa.
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Soplar humo de cigarrillo a un ojo lloroso o rojo.
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Destapar un oído mediante un cucurucho de periódico que debe prenderse para “quemar el aire”.
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Vestir a los niños el “Día de las Mulas”
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Jugar a “Hacer bolita, bolita”.
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Tomarse una Coca-Cola para curarse del estómago, o en caso de una bajón de presión.
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Comer pan después de un susto.
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Arrullar al niño Dios.
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Santiguarse tras escuchar una ambulancia.
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Persignarse tras recibir dinero.
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Al abordar un taxi, ordenar al conductor: "Lléveme aquí al metro Tacubaya".
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lunes, febrero 08, 2010

La Envidia.

LA ENVIDIA NO es mi pecado favorito. Me inclino más por la pereza, la gula y la lujuria (el orden puede variar). Pero al formar parte del menú suculento de las debilidades humanas, es difícil no dejarse atrapar por su suave cobijo. Sentí envidia ayer en el Sanborns de Tacubaya, sección Librería, mientras hojeaba un bello ejemplar de La línea de la Vida (La Historia de la Humanidad). Un hombre maduro se acercó a la mesa de los más vendidos -donde viven a tiempo completo, entre otros, toda la saga de Crepúsculo y El Símbolo Perdido-, seguido de su esposa, mujer de senos apetecibles, y un hijo adolescente. Sin empacho ni vergüenza, el hombre sentenció, como para hacérmelo saber, que estaba buscando un libro de Gaby Vargas. Dijo el título, pero no lo recuerdo. De su vasta producción literaria únicamente había uno en la mesa de los más vendidos (el que aparece en la fotografía que acompaña esta nota envidiosa). Para desgracia del hombre no era el que estaba buscando. Su esposa lo sintió tanto que tomó de la mano a su compañero y lo condujo hacia los libreros en busca del ejemplar, con la fe propia del mexicano.
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Ojalá se hubiera tratado de mi novela (que obviamente no se vende en Sanborns) o del libro de alguno de mis amigos. No. De Gaby Vargas. Qué envidia.
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Imagen tomada de: http://www.mifigura.com.mx/images/gvi/soy_mujer.jpg