lunes, octubre 08, 2007

Perfect game

Con el inicio de los playoffs del béisbol (en este momento dos equipos jóvenes han dado cuenta de los antiguos Cachorros de Chicago y de los Phillies de Filadelfia) vale la pena comentar algunas de las glorias máximas alcanzadas en el “Rey de los Deportes”, que también podría denominarse como el “Rey del lugar común”.

Este lunes 8 de octubre se cumplen 51 años de la hazaña de Don Larsen, apodado Perfect Game Larsen, que lanzó el hasta ahora único juego perfecto en una Serie Mundial. En ese año de 1956, los Yanquis de Nueva York enfrentaron a los Dodgers que aún jugaban en Brooklyn (bajo la mirada siniestra de gánsteres que cerraban sus tratos sentados en las tribunas del Ebbets Field). Pero fue en la casa que Babe Ruth construyó — el Yanqui Stadium— donde el partido dejó de ser parte del largo anecdotario y estadística del besibol para convertirse en sueño irrepetible e inalcanzable. La noche anterior, Larsen se había acostado a la una de la mañana, a sabiendas de que abriría el partido horas más tarde, mientras comía pizza y leía historietas de argumentos mórbidos, quizá de pulp fiction. El partido era importante pues la serie se encontraba empatada a dos victorias por equipo. Ante 64,519 espectadores, el quinto partido de la serie mundial inicio con el ponche a Jim Gilliam, segunda base de los Dodgers. Según un viejo adagio beisbolero, pitcher que empieza ponchando pierde el partido. Pero Larsen hizo lo mismo con el siguiente lanzador. Siete dodgers en total corrieron con la misma suerte. A lo largo de 9 entradas, Larsen despachó en orden a tres bateadores cada inning hasta llegar al número 27, Dale Mitchell, que no pudo evitar el destino del bateador emergente: o se poncha o conecta hit.


Para aquellos a quienes estos datos no les resulten meritorios, hay que decir que en toda la historia del béisbol de grandes ligas, sólo se han conseguido 17 juegos perfectos, el primero de ellos en 1880 (Lee Richmond) y el último de Randy Jonson en 2004. Un juego perfecto se consigue cuando los 27 bateadores que en teoría participarán a lo largo de un partido (considerando que son 27 outs los que hay que marcar para que termine el juego), son eliminados a razón de tres por cada entrada, lo que significa que ninguno de ellos alcanzará alguna de las bases o pegara de hit o homerun. Tampoco deben cometerse errores ni bases por bolas.


Tarea digna de héroes, donde la suerte y el azar también hacen lo suyo.

Información tomada del Baseball reference y Baseball Almanac.
Fotografía tomada de Academy of Archievement